viernes, 17 de julio de 2015

SUMMER MOOD

Os prometo, con la mano en el corazón que este año moría por que les diesen las vacaciones a las fieras, sobre todo para que mi Moleskine y yo pudiésemos tener un respirito, los meses de mayo y junio han sido más estresantes que para un estudiante de selectividad, tanto que, una semana más de clases y yo acababa embarcada en un eterno romance con el Diazepam.

Mi querida amiga Irene -Petit Sevilla- (recordarme que le debo un post enterito porque es una Mamágica de manual) ahora mismo estará poniendo cara de "Ya lo sabía" y riéndose de mí y de mi osadía al pedir las vacaciones con verdadera insistencia. Yo la abanderada, si no inventora de la mítica frase "Pero que barato es el cole" que se que ella ha adoptado como si fuese su leitmotiv, arrepintiéndome de mis palabras.

Efectivamente, me reafirmo, que barato es el cole, qué digo barato, regalado!!!

Mantener el ritmo de las tres fieras en época escolar se hace duro, incluso insostenible en ocasiones, pero tenerlas en casa y con este calor insufrible es aún peor. Para colmo de agravantes Baby Fiera ha alcanzado el estatus de Fiera Salvaje en tiempo record, 13 meses.

Fiera Mayor y Fiera Mediana, como buenas hermanas, viven en un continuo "Ni contigo ni sin ti". Si una no está la otra muere de la pena pero en cuanto están juntas tenemos entretenimiento asegurado, tragedia y drama a la altura de las más lacrimógenas telenovelas. 

Entonces es cuando tus amigas que viven en el centro, pisazo de revista pero sin zonas comunes, te dicen que no te quejes que al menos tienes jardín y piscina.

Queridas mías, el ritual de bajar a la piscina es ciertamente indescriptible, incalificable, tanto que a veces visualizo la escena y me parece estar dentro de una comedia absurda o peor, dentro de una cámara oculta. 
Ahora me río y me hace gracia pero son momentos demoledores para mi paciencia y para la poca dignidad que me queda a estas alturas de verano.

Baby Fiera intentándose tirar del carrito mientras grita como una poseída, cesto (eso sí, ideal) con cremas, bañadores de cambio, llaves y móvil en una mano, cesto con toallas y gafas de bucear en otra. Bolsa de meriendas colgada de carrito y churros, pelota, cartas y demás repartidos entre la cesta y los pliegues de la capota del Bugaboo, al que empujo -literalmente- con la barriga, los codos o como puedo.

No se como consigo cerrar la puerta, meternos las cuatro en el ascensor y conseguir desembarcar, como si fuésemos una tribu completa, en la piscina de casa pero lo logramos día tras día.
El desembarco es para nota, parecemos un campamento de nómadas, esparcimos todo por todas partes y a la hora de recoger hacemos una gymkana en toda regla para recopilar trastos.

Los dos últimos veranos había conseguido hasta poder bañarme con calma, el hecho de que las dos Fieras Mayores supieran nadar me daba cierta tranquilidad y aunque no les dejaba de echar un ojo (o los dos) al menos podía permitirme nadar algún largo ancho y alguna conversación despreocupada en las escaleras de piedra con alguna ami-vecina. 
Pero Baby Fiera está que se sale este verano. No es que le guste el agua, es que se arroja literalmente sin miramiento alguno. Rescatar el mítico flotador Baby Swimmer (ese tipo de artilugios que sólo se te ocurre comprar para tu primer hijo) ha sido mi salvación, por lo menos me deja libertad de movimientos.





Con todo y con eso, los micro ratitos que paso ligeramente relajada merecen la pena y siendo positiva, no necesito ir al gimnasio, las sentadillas que hago levantándome y sentándome de la silla para perseguir a la Terremoto de Montecarmelo en sus aventuras me tienen totalmente en forma. 

No quiero ni pensar lo que nos espera cuando aterricemos en la playa. ¿Seguirá siendo el Paraíso? Este año me despido de leerme mi Hola fijo.

Feliz finde Mamágicas


jueves, 2 de julio de 2015

MUCHO MÁS QUE VECINAS

Quién tiene un buen vecino, tiene un tesoro (ahora, mejor que no te toque uno malo).

Creo que el Jefe ha sido muy generoso conmigo en casi todo, en algunas cosas quizás pecó de tacañete por eso de compensar otras pero desde luego en rodearme de gente estupenda, se salió del mapa, no podría quejarme jamás.

Creo que no valoras lo que es tener buenos vecinos hasta que no los tienes. Puedes vivir sin ellos pero una vez que has experimentado lo que eso significa, no lo cambiarías por nada del mundo.

Hace 4 años que nos mudamos a nuestra casa actual. Veníamos de una comunidad de vecinos muy joven pero con poco en común con nuestra forma de vida (salvo maravillosas excepciones) no os voy a engañar, así que llegar aquí significó una experiencia hasta entonces desconocida.

Nuestro barrio tiene gran parte de culpa, los que me leéis habitualmente sabéis de mi amor incondicional por él, no sólo por mis vistas maravillosas al monte del Pardo, su vida de "pueblito" es una auténtica bendición aún estando dentro de una gran ciudad como Madrid, que tiene sus ritmos.

Si a eso le sumas que tu comunidad de vecinos es la caña, no puedo pedir más que nos pongan una playa que ya ni nos movemos de casa!

Pero a lo que iba, a hablaros sobre mis vecinos, más concretamente sobre mis vecinas.

Son mucho más que eso, son amigas, las madres de las amigas de mis hijas y mi gran apoyo, sobre todo desde que mi logística como  #madredetres se ha complicado en exceso.

Siempre hay alguien dispuesto a llevar o traer niños al cole, a quedarse con alguno si tenemos una urgencia o sólo por que pasen la tarde jugando con los suyos, a "echar un ojo" a alguno de tus polluelos sin que tú siquiera se lo pidas. Igualmente asombra la disposición para proponer una cervecita dominguera, un partidito de pádel, una carrera nocturna u organizar una cena en el jardín con toda la prole en cinco minutos.

Esto es suerte ¿o no?



Os ilustro esta entrada con una imagen que también lo hace con nuestro "chat" y es que bromeamos con la idea de que vivimos mejor que las chicas de Wisteria Lane (Mujeres Desesperadas)

FELIZ Y CALUROSA SEMANA MAMÁGICAS