Una de las miles de cosas que he de agradecer a
mi madre es haber heredado de ella el gusto por apreciar la alta costura, y no
me refiero únicamente a las grandes "Maisons" parisinas, sino a la costura de
siempre, la de aquellas modistas y talleres artesanales que hace años ya vestían
a nuestras abuelas.
Mi madre cose maravillosamente, aprendió siendo una niña,
era parte básica de su educación en aquellos tiempos y no sólo cose, también
borda y hace todo tipo de labores con un gusto exquisito.
Cuando yo era pequeña hacía todos mis vestidos, con una
gracia y un estilo ahora casi extinguido, pero sobre todo con una perfección en
su confección digna de un maestro.
Recuerdo esas tardes haciendo los deberes mientras ella cosía
mis vestidos, puntadas perfectas, reveses impecables, trabajo de pura
artesanía, rozando ya la manía por la perfección.
Me apasionaba ver los figurines que traían de Paris, con
esos vestidos de fiesta espectaculares y esos trajes sastre impolutos. Ahí
comenzó mi admiración profunda por los
GRANDES, Balenciaga, Dior, Balmain,
Pertegaz y Givenchy.
Desde el pasado mes de Octubre, en el Museo
Thyssen-Bornemisza de Madrid, se expone de forma temporal la primera gran
retrospectiva del gran modisto francés Hubert de Givenchy, ni que deciros que
desde el mismo día de su inauguración moría de ganas por ir a verla, pero hasta
el último día, casi "in extremis", no lo conseguí.
Qué deciros, que la espera mereció mucho, muchísimo, la pena.
Givenchy es por derecho uno de los grandes, de los pocos que
fueron tocados con esa varita mágica de la que pocos pueden presumir. A punto
de cumplir 88 años ha supervisado de forma personal, durante días, el montaje
de la muestra.
Su forma de ver a la mujer, elegante, frágil pero a su vez
poderosa, sólo puede nacer del talento de un auténtico genio.
La retrospectiva es maravillosa, decenas de modelos de
distintas épocas, desde la sobriedad y la feminidad de los años cincuenta a los
excesos barrocos de finales de los ochenta.
Blusa Bettina, el primer éxito de Givenchy con falda de lino natural. Me lo hubiese llevado puesto!
Modelos cedidos por clientas ilustres, museos y hasta de la
propia Maison Givenchy, trajes de cóctel, de fiesta, de paseo, de novia incluso
de luto, piezas icónicas del cine, como el maravilloso de vestido que lucía
Audrey Hepburn en el inicio Desayuno con Diamantes.
Vestido y chaqueta de cóctel en encaje negro para Audrey Hepburn 1957
Para mi gusto y por poner algún pero, eché de menos más
piezas de la época dorada de la costura, vestidos que ayudaron a hacer de
señoras como Audrey, de Jackie Kennedy o Grace Kelly verdaderos iconos de moda
de la época, lo que hoy llamaríamos “It Girls”. Por el contra quizás hay un
exceso de modelos de su última época, que realmente son obras de arte por sus
bordados y su riqueza en materiales pero que no hacen más que confirmarnos el
daño que las tendencias ochenteras hicieron al mundo de la moda.
Vestido fiesta en tafeta bordado en cristal. 1986
El exceso de ornamentos
Vestido organza azul noche, otro que me hubiese llevado puesto! Es perfecto!
Vestido novia 1972. Es absolutamente adorable
Una preciosa exposición, exquisitamente mezclada con obras
de arte sublimes de distintas épocas y corrientes pictóricas, e ilustrada con
una mini proyección, preciosa por cierto, de la vida y trayectoria de Monsieur
Givenchy.
Un auténtico placer para los sentidos.
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