martes, 18 de noviembre de 2014

CENATERAPIA



Si en el último post os contaba lo increíblemente terapéutico que puede resultar un café en buena compañía, ni os cuento una cena improvisada con ese grupo de amigas que, por cuestiones logísticas más que nada, ves mucho menos de lo que quisieras.

Hace tiempo que decidimos que al menos dos o tres veces por año teníamos que cenar las cuatro juntas, sin maridos, niños (entre las cuatro sumamos once criaturas en casa) ni agobios y lo bueno es que nos ponemos de acuerdo rápido, todas hacemos un esfuerzo por quedar porque realmente lo estamos deseando.

La tarde que tengo cena para mi es una auténtica locura, dejar todo listo, deberes, baños, cena preparada justo para que mi marido llegue, me dé el relevo y yo salga pitando. Acabo exhausta, pero merece la pena, ya lo creo!

Hace años trabajamos juntas  y aunque aquel vínculo laboral hace tiempo que pasó a la historia, cimentamos una gran amistad que aún perdura, pese a lo distintas que somos. Ejemplo claro de que en esta vida hay personas con las que existe una conexión especial que supera toda clase de estereotipos.

Como nos vemos poco, las cenas son intensas, intensísimas. No callamos ni un momento, hablamos atropelladas y las tres o cuatro horas que estamos juntas se nos pasan volando.

Pese a que nuestras “puestas al día” no siempre portan excelentes noticias, esos momentos son una auténtica delicia y de ellos siempre salgo con las pilas cargadas.

Como colofón os diré que cenamos en “La Divina”, una terraza acristalada, monísima y súper acogedora que hay frente a nuestra antigua oficina, Lateral de Castellana 134, aunque para nosotras, lo de menos es el sitio y la cena.

¡¡Chicas, tenemos que vernos más!!! (frase con la que acabamos siempre nuestras cenas)


Feliz inicio de semana Mamágicas.

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